De Alejandro Magno a Mahatma Gandhi han transcurrido algo más de 2.000 años, pero la esencia del liderazgo es la misma: personas que creen en una visión y que son capaces de articularla de tal manera que conectan emocionalmente con sus seguidores, quienes aportan su energía para, entre todos, alcanzarla. El liderazgo es el mismo porque es innato y se basa en condiciones de nuestra alma que podemos desarrollar a lo largo de la vida.
Pero el contexto cambia de forma radical. El modelo social y la tecnología modulan el ejercicio de ese liderazgo de manera que exige el desarrollo de nuevas habilidades. La llegada de internet 2.0 ha provocado una descentralización del conocimiento tal que la capacidad de cocrear es clave. También se exige a los nuevos líderes que acepten una entrega de poder al “crowd” (la masa) a cambio de conseguir mucha energía de ésta. Casi podríamos hablar de “cloud power” o “el poder en la nube”.
En ese mismo sentido, una diferencia fundamental del concepto de masa actual es que las masas siempre han ejercido un gran poder pero de efectos destructivos, no tanto constructivos y como consecuencia del peso resultante de su número. El “crowd” actual ejerce un poder muy constructivo que procede del número, pero también de la suma de individualidades que aportan cualidades específicas necesarias para el proceso de co-creación. Un ejemplo muy ilustrativo es la enorme aportación del crowd al mundo del software abierto que revolucionó el mundo de los sistemas operativos.
Es esencial que el líder en ese contexto sepa ejercer su misión dejando que sea el “crowd” el ente que asuma muchas de las decisiones. La esencia del liderazgo se mantiene, pero el modelo cambia.
Por cierto, notamos que la motivación no siempre se basa en el éxito económico. La influencia, el reconocimiento, el sentido de pertenencia y la plenitud de alcanzar un sueño ejercen un poder mucho más magnético que la riqueza, lo que sugiere la presencia de un modelo de valores más complejo.