Con el cambio de siglo que a una persona le nombraran jefe ha pasado de ser un motivo de alegría a uno de preocupación. La imprescindible cultura centrada en las personas y un contexto cada vez más acelerado y cambiante han llevado a que cada vez sea más complejo liderar. La mayoría de nosotros hemos tenido que aprender esta sofisticada habilidad a base de ensayo y error, pero hay otros caminos.

Porque liderar no es gestionar es guiar a otras personas hacia un destino, pero es mucho más que decirles hacia dónde tienen que ir. El liderazgo tiene que ver con articular una visión de la meta que quieres alcanzar, saber transmitirla a los que te van a seguir y comprometerles para lograr la meta.

Además, el liderazgo implica acompañar el desarrollo de las personas. Por eso este programa considera que el liderazgo es para crecer personal y profesionalmente, y para ayudar a crecer a los que te acompañan para alcanzar la meta te proponga.

No es imprescindible ser líder en la vida. También hacen falta buenos gestores y directores. La diferencia fundamental entre un gestor y un líder es que el primero se enfoca en el resultado y en el proceso para alcanzarlo, mientras que el segundo se enfoca en la meta que hay más allá del resultado a corto plazo y en las personas que le acompañan. Para un gestor, las personas son un recurso para conseguir los objetivos. Para un líder, las personas son el medio para llegar a la meta. La gestión se puede delegar. El liderazgo no.

Un líder existe porque se produce el cambio. Si las cosas no cambiaran, serían suficientes los buenos gestores. Pero la naturaleza es cambio constante ¡Qué paradoja! Los líderes han de saber gestionar el cambio y los grandes líderes son los que lideran la transformación.

Además, la sociedad de la segunda década del Siglo XXI se enfrenta a transformaciones radicales del estilo de vida que afectarán muy directamente a la forma en que se lideran los equipos.

“Para poder influir en los demás y liderar, para alcanzar metas ambiciosas hay que saber liderarse a uno mismo”.

El éxito personal, además de con la suerte, se consigue con la consciencia de uno mismo. Si te conoces a ti mismo, sabrás qué recursos puedes explotar y cuáles debes desarrollar. Cuando te plantees una meta ambiciosa podrás identificar los recursos que necesitas y trabajarás para desarrollarlos. Así, un buen liderazgo comienza contigo mismo.