Desde que empezó la crisis se habla mucho de la necesidad de impulsar la actividad emprendedora en España. De la noche a la mañana se convierte en una necesidad nacional que hay que abordar de manera inmediata y con un esfuerzo ingente, pero no se habla de por qué será un camino tan arduo y largo de recorrer. Y es que es tan abultado el catálogo de razones que subyacen tras este mal endémico nacional que me centraré en resaltar, en orden puramente cronológico, aquellas que están en nuestras manos, en las de TODOS:
La Escuela. Vaya por delante que tenemos un sistema de enseñanza público que es un lujo fruto de muchos años de esfuerzos comunes. Sin embargo, veo que la enseñanza que reciben mis hijos en la misma localidad en la que yo fui niña no dista en nada de la que yo misma recibí. Esto, sin ser intrínsecamente malo, sí es cuanto menos curioso. En estos 28 años el mundo ha cambiado a una velocidad de vértigo, la tecnología ha entrado en nuestros hogares a un ritmo imposible y en los colegios e institutos se sigue enseñando lo mismo y con las mismas herramientas. ¿No es hora de poner al día la enseñanza?, ¿no nos interesa que nuestros hijos estén familiarizados y entrenados en las nuevas dinámicas que van a tener que manejar en su vida adulta? ¿No merecería la pena que se contemplase la posibilidad de acercar a los niños al mundo de la empresa y a todo lo que conlleva?: Los sueños por alcanzar, el reto personal, la responsabilidad de llevar a cabo un proyecto, el compromiso que se adquiere con la gente que se implica con nosotros, etc. Todos ellos son valores de vida con los que la escuela también se podría comprometer. No olvidemos que lo que cosechemos dependerá de lo que sembremos.
La Universidad. Si nos fijamos en los estudios de Administración y Dirección de Empresas y repasamos el temario o nos dejamos caer por alguna de sus clases, que a buen seguro se estará impartiendo a modo de “lección magistral”, enseguida concluiremos que nuestro sistema universitario prepara a los estudiantes si acaso para ser directivos y ejecutivos, pero en ningún caso para ser empresarios que lideren sus propios proyectos. Son unos estudios que no conviven con la realidad de la empresa, ni la fomentan. ¿Por qué no llevan empresarios a explicar sus proyectos, aventuras y desventuras a los futuros empresarios?, ¿no podría dedicarse una asignatura o un año lectivo a la creación de una iniciativa empresarial vista y vivida desde todos sus ángulos?, ¿no sería eso ya en sí mismo una excelente lección de vida empresarial? Miremos a nuestro alrededor ¿cómo son las universidades de los países donde más se emprende?
El entorno social: Aquí viene un característico lastre cultural muy nuestro. De poco sirve que se puedan mejorar todos los demás aspectos si cuando por fin hay alguien dispuesto a emprender se encuentra con un muro de incomprensión entre su círculo más cercano. Uno de los mayores obstáculos que el emprendedor ha de vencer es paradójicamente el que representan sus familiares y amigos que, por inercia cultural, suelen estigmatizar la asunción de riesgos y no digamos el fracaso personal y profesional, olvidando que como en la vida misma solo a base de grandes fracasos uno puede ir labrando pequeños pero reconfortantes éxitos. Me temo que para que esa inercia cambie significativamente habrán de pasar lustros dignificando la figura del emprendedor y dejándole caer para que se vuelva a levantar con toda la naturalidad que la cuestión requiere.
La Administración Pública: Una administración realmente comprometida con el emprendimiento empresarial debería dar mucho más margen de maniobra a sus emprendedores, muy especialmente en el momento inicial de su andadura. Recuerdo que en 1996 cuando fundamos nuestro negocio con tan solo 3.000€ en nuestro haber, la Hacienda Pública y la Seguridad Social pugnaban por cobrar lo que les correspondía sin querer darse cuenta de que así solo conseguían absorber nuestro magro patrimonio. Se produce entonces un grito ahogado de supervivencia: “La Administración o mi proyecto”. ¿Es realmente necesaria esa toma de decisión?, ¿no deberían mejorarse los mecanismos para que el emprendedor pueda gestionar los complicadísimos comienzos de su proyecto sin trabas añadidas?, ¿no deberíamos mirar hacia otros países de espíritu decididamente más emprendedor, como los anglosajones, y estudiar de qué manera la Administración se compromete y apoya el impulso emprendedor de sus ciudadanos?
Trabajadores versus Empresarios: Otra cuestión muy arraigada en el subconsciente colectivo es la demonización de la figura del empresario. Y si el río suena agua lleva, claro, que a este tipo de pensamiento no se llega de manera gratuita ni espontánea, pero parece que va siendo tiempo de dar una oportunidad a cambiar ciertos clichés, y eso es tarea de todos: empresarios, trabajadores y sindicatos. Por primera vez en estos 15 años parece que se empieza a oír tímidamente aquello de que “a la postre el empresario es el que genera los puestos de trabajo que tanto se necesitan en momentos como este”. ¿De verdad vamos a trasladar a nuestros hijos una visión tan maniquea de las cosas, una eterna visión de antagonistas?, ¿es ciertamente imposible una reconciliación colectiva?, ¿van a seguir los representantes de ambos colectivos –empresarios y trabajadores- dando tan mala imagen y haciendo del desencuentro permanente su excusa para ser y estar? ¿Nadie les va a recordar la tremenda responsabilidad que tienen contraída con la base ciudadana a la que representan?
Dicen los expertos económicos al respecto de la crisis que no hemos aprendido la lección que nos ha brindado esta debacle económica, que estamos perdiendo una magnífica oportunidad para reinventarnos como sociedad y como sistema. Así que visto lo visto, no me queda más remedio que ser escéptica con el tema que aquí nos ocupa. Sin embargo no puedo evitar pensar en la posibilidad de un futuro cercano con emprendedores bien formados y entrenados por nuestro sistema educativo, liberados de los actuales lastres de su entorno familiar y de la administración que los administra y que hayan sido capaces de conseguir una relación sin recelos con sus equipos. Ese día, esos emprendedores, podrán ofrecernos otra realidad, mucho más rica, compleja y competitiva. Y entonces TODOS podremos felicitarnos por haber hecho posible el cambio de paradigma social, económico y cultural que tanto necesitamos.